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Margarita Maza, una ciudadana extraordinaria




Esta es la historia de una de las mujeres más extraordinarias que han vivido en México, quien aunque muy conocida, no figura en la lista de las heroínas reconocidas por el régimen y por los ciudadanos.


Hija del genovés Antonio Maza Padilla y de la mexicana Petra Parada, quienes habían acogido a Benito Juárez cuando era apenas un niño y llego a vivir a la ciudad de Oaxaca, Margarita casó con quien llegaría a ser presidente de México, el 31 de octubre de 1843, cuando era ya un reconocido abogado de 37 años de edad, que había desempeñado múltiples cargos en la administración pública, y en especial, en el sistema judicial del estado de Oaxaca. Pero la vida que tendría la joven Margarita con el reconocido abogado iba a ser mucho más complicada de lo que podría esperar.

Imagen: Retrato de Margarita Maza


En 1853, cuando el matrimonio tenía ya seis hijos, Benito fue capturado y exiliado, por órdenes del presidente Antonio López de Santa Anna, por lo que tuvo que permanecer por más de un año en Nueva Orleans, en Estados Unidos, trabajando como obrero en una fábrica de puros. Ante la ausencia de su marido, Margarita estableció un taller en el que tejía y comercializaba ropa y otros enseres, con lo cual no solamente pudo sostener a sus seis hijos, sino que fue capaz de enviar dinero a su Benito en el exilio.

En el año de 1855, Juárez se trasladó finalmente a México, y en el estado de Guerrero se incorporó al ejército que luchaba en contra del dictador Antonio López de Santa Anna. Derrotado el dictador en aquel mismo año, el nuevo presidente nombró a Benito Juárez Ministro de Justicia e Instrucción Pública, por lo que pudo reunirse finalmente con su amada esposa. Pero poco más de un año después, el bando conservador se levantó en armas rechazando las reformas liberales del gobierno.

El presidente Ignacio Comonfort fue capturado y enviado a prisión, lo que ocasionó que Juárez, quien fungía ya para ese entonces como Presidente del Supremo Tribunal de Justicia, asumiera la Presidencia la República, de acuerdo con lo establecido en la constitución.

Imagen: Benito Juárez


Para evitar ser capturado por los conservadores, Juárez se vio obligado a salir de la Ciudad de México y recorrer diversas poblaciones, hasta establecerse en la ciudad de Veracruz. Tendrían que pasar tres años para que regresara a la ciudad capital y la familia Juárez pudiera estar nuevamente unida.


Pero tal vez el episodio más dramático en la vida de Margarita, que llegaría a poner a prueba su temple y su agudo ingenio, fue el largo período que duró la ocupación francesa de México y el reinado de Maximiliano de Habsburgo. Y es que desde el mes de junio de 1863, cuando el ejército francés estaba a punto de apoderarse de la capital de México, Juárez emprendió un nuevo exilio, esta vez, hacia el norte del país.

Imagen: retrato al óleo de Maximiliano de Habsburgo por Franz Xaver Winterhalter, 1864.


En aquel momento entró en acción el ingenio de Margarita, quien inventó una nueva forma de colaborar con la causa republicana: junto con sus hijas organizaba fiestas y eventos sociales encaminados a recaudar fondos, no solamente para apoyar económicamente a su marido, sino para ayudar a las víctimas de la guerra contra el Imperio y a los hospitales que atendían a los heridos.


Pero las actividades de doña Margarita fueron descubiertas por el gobierno de Maximiliano, por lo que decidió huir junto con su familia y establecerse en Nueva York y, posteriormente, en Washington. Por cierto, en aquella estancia en los Estados Unidos Margarita tuvo que sufrir sola la muerte de dos de sus tres hijos varones.


Para fortuna de la familia, Maximiliano fue derrotado y Juárez hizo su regreso triunfal a la Ciudad de México, haciéndose nuevamente cargo de la Presidencia. Margarita y sus hijos se embarcaron entonces en un buque de guerra, que el presidente de los Estados Unidos había puesto a su disposición, para llegar finalmente a México.

Imagen: Entrada triunfal de las tropas del ejercito liberal a la Ciudad de México


Iniciaba así un nuevo periodo en la vida de esta excepcional pareja. Es así que en el segundo semestre de 1867, Benito y Margarita se instalaron nuevamente en el Palacio Nacional.


En los años siguientes, la pareja vivió lo que sería tal vez su época más estable y feliz, ocupando un conjunto de modestas habitaciones del ala norte del Palacio Nacional, y sin tener que enfrentar más episodios bélicos ni exilios. Benito trabajaba entonces rutinariamente atendiendo los asuntos de un gobierno que día a día se consolidaba y cosechaba logros.


No obstante, en agosto de 1870, la salud de Margarita decayó notablemente, enfrentaba una enfermedad terminal, probablemente cáncer. Por lo que Benito, que solía trabajar hasta la media noche, redujo su jornada de trabajo, de manera que todos los días salía a las 6 de la tarde para encontrarse con Margarita y el resto de su familia.


Para los ciudadanos de la capital resultó ser una grata experiencia ver pasar cotidianamente, por la tarde, el carruaje de don Benito y su familia por el Paseo de Bucareli, que era entonces un espacio de reunión social de ciudadanos de las diferentes clases sociales, lo que les permitía saludarlo e intercambiar algunas palabras con Benito y Margarita.


Finalmente, el 2 de enero de 1871, Margarita recibió los Santos Óleos y a las 4 de la tarde murió con una sonrisa en la boca. Hoy la recordamos como la fiel esposa del presidente Juárez, aunque habría que valorar la intensa lucha que sostuvo durante los largos años que permaneció alejada de este singular héroe de México.


La descendencia viva


¿Sabías que aún existe una línea que sobrevive a través de Felícitas Juárez Maza, que viene de una de sus hijas; mientras que en la sierra de Oaxaca, de donde era originario el benemérito, le sobrevive un único pariente directo vivo, Margarita García Juárez, quien es su sobrina tataranieta.

Imagen: Benito Juárez junto a su hermana Nela y su esposa Margarita

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