Fundada en 1874 la Real Academia de San Carlos, es uno de los recintos más emblemáticos del centro de la ciudad de México. Cuna de grandes artistas plásticos, hoy alberga la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM.
En el año de 1784, cuando México era una colonia del Imperio Español llamada Nueva España, se creó una institución que llegaría a ser de gran importancia para el impulso de la actividad artística: la Real Academia de las Bellas Artes de San Carlos.
Más de tres décadas después, al consumarse la Independencia de México, la Academia continuó impulsando el arte en las disciplinas de pintura, grabado, escultura y arquitectura.
Imagen: Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Dibujo. Siglo XIX.
La Academia de San Carlos vivió uno de sus momentos más fecundos, después de que los liberales, encabezados por el presidente Benito Juárez, triunfaron sobre las fuerzas de Maximiliano de Habsburgo y restablecieron la república. Eran tiempos difíciles en que había que promover la unión de los mexicanos después de dos desgarradoras guerras.
En aquel momento el gobierno liberal se encontraba muy interesado en promover un sentimiento de identidad entre los mexicanos, que fortaleciera su voluntad para trabajar unidos para reconstruir a México.
Imagen: Entrada triunfal de las tropas liberales a la Ciudad de México en 1967. Grabado.
Con base en lo establecido en la Ley de Instrucción Pública del gobierno juarista, la Academia, que ahora recibiría el nombre de Escuela Nacional de Bellas Artes, impulsó un proyecto artístico que ayudaría a consolidar las bases del estado laico, promoviendo entre la población mexicana el conocimiento de sus raíces históricas.
Con este motivo, la Escuela Nacional de Bellas Artes se propuso crear una iconografía histórica de México, que mostrara las escenas mitológicas del México antiguo, además de la heroica defensa que llevaron a cabo los guerreros mexicas frente a la conquista española.
Imagen: El aguador. Grabado del siglo XIX.
México emprendía así el difícil camino de la reconciliación con su pasado prehispánico, qué tras la consumación de la Independencia, había quedado relegado por los dirigentes criollos de la república, que negaban la participación de la población indígena en la construcción de la nueva nación republicana y liberal.
Imagen: Encuentro de Cortés y Moctezuma. Óleo sobre tela. Anónimo del siglo XIX. Museo Nacional de Historia.
A manera de ejemplo, podemos apreciar esta pintura, realizada en 1889, en la que el pintor José Jara representó el mítico momento en que el líder de la tribu azteca decidió fundar la ciudad de Tenochtitlan, siguiendo los designios de su dios Huitzilopochtli.
Imagen: La fundación de Tenochtitlan. Óleo sobre tela. José Jara. 1889.
Como parte de esta búsqueda de los orígenes, el pintor de la academia José Obregón representó, en 1869, una curiosa leyenda acerca del descubrimiento del pulque, bebida embriagante de gran tradición en el México antiguo. En la pintura figura el aldeano Papantzin, quien a través de su hija ofrece al rey tolteca Tepalcatzin un jarro con pulque, bebida que él descubrió por accidente escurriendo de un maguey.
La leyenda narra que el rey tolteca no sólo quedó ampliamente complacido con la novedosa bebida, sino que tomó como su pareja a Xóchitl, la hija de Papantzin, con quien procrearía al que llegaría a ser el nuevo monarca de los toltecas.
Imagen: La leyenda del pulque. Óleo sobre tela. José Obregón.
Por su parte, en la pintura titulada Los informantes de Moctezuma, el pintor de la Academia, Isidro Martínez, representó el momento en que el emperador azteca observa las pinturas realizadas por dos tlacuilos (pintores de códices prehispánicos), en las que muestran las embarcaciones en que arribaron a las costas del Golfo de México los expedicionarios españoles.
Imagen: Los informantes de Moctezuma. Óleo sobre tela. Isidro Martínez.
En 1893, el pintor de la Academia Leandro Izaguirre, realizó su óleo sobre tela titulado El suplicio de Cuauhtémoc. En esta obra, el artista representa magistralmente el momento en que, de acuerdo con un relato popular, el último dirigente mexica, Cuauhtémoc, es torturado por órdenes del conquistador Hernán Cortés para que revelara el sitio en que había sido ocultado el tesoro del monarca Moctezuma II.
La pintura causó un gran impacto en el público, que reconoció en ella la dignidad del héroe mexica que resistió en silencia la tortura que le fue impuesta por el conquistador, lo que contribuyó a que este episodio histórico, fuera visto como un símbolo de la resistencia del pueblo azteca, oprimido por una nación poderosa.
Imagen: El suplicio de Cuauhtémoc. Óleo sobre tela. Leandro Izaguirre. 1893.
Por último, mencionaremos que, en su obra titulada Fray Bartolomé de las Casas, el pintor Félix Parra muestra a este notable fraile dominico como protector de los indios, quien abogó por la abolición de la esclavitud indígena, llegando a ser escuchado por el monarca de España Carlos V.
Para el autor de esta obra, Bartolomé de las Casas representa a la otra España, la que no venía a enriquecerse ni a abusar de la población, sino a evangelizar y a crear un reino de justicia y bondad, que se regiría por las leyes de Dios.
Imagen: Fray Bartolomé de las Casas. Óleo sobre tela de Félix Parra.
Por último, mencionaremos que las pinturas que hemos comentado se encuentran exhibidas en el Museo Nacional de Arte, ubicado en el Centro Histórico de nuestra ciudad capital. En este museo podrán ustedes conocer la historia de México a través de sus obras artísticas, desde la época colonial hasta el siglo XX.
Imagen: Museo Nacional de Arte. Antiguo Palacio de Comunicaciones. Fotografía.
Te recomendamos visitar:
El edificio de la Antigua Academia de San Carlos, que hoy en día forma parte de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, que guarda la memoria de más de dos siglos del arte en México.
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