Su nombre significa sin olor, ¿te imaginas la vida antes de su invento?
Cuando miramos hacia atrás en la historia nos podemos percatar de un hecho fascinante. Todo aquello que somos y aquello que nos rodea tiene un origen y una evolución. El universo, los planetas y las estrellas, los mares y los continentes, los animales y las plantas.
Ahora les propongo que miremos hacia atrás y nos preguntemos: ¿De dónde surgieron las letrinas, los inodoros y los sistemas de desagüe? ¿Cómo se deshacían de su excremento los aztecas, los mayas, los egipcios y los romanos? Veamos...
Imagen: Recreación de una letrina inglesa de mediados del siglo XIV.
De acuerdo con cronistas de la Roma antigua, los ciudadanos romanos acostumbraban reunirse para disfrutar de baños en tinas y pozas, que les proporcionaban higiene y placer.
Y aunque resulte extraño para los habitantes de ciudades modernas en el siglo XXI, también acostumbraban defecar en comunidad. Para ello los romanos contaban con letrinas públicas y un eficiente sistema de desagüe, con tuberías y cloacas subterráneas, que hacia posible deshacerse en parte de los malos olores.
Imagen: Letrina colectiva en la Antigua Roma.
Pero con el colapso del Imperio este sistema dejó de usarse y durante siglos los orinales se vaciaron por las ventanas al grito de "¡Agua va!", lo que ayudó a propagar el tifus y toda clase de enfermedades infecciosas.
La falta de higiene y las enfermedades derivadas de este hecho motivaron a diversos gobernantes de las ciudades europeas a encontrar una solución al respecto.
Imagen: Dibujo que representa la costumbre de arrojar los orines y el excremento a la calle.
En 1596, el ahijado de la reina Isabel I inventó una primera versión de inodoro para ser usada por la reina. Se trataba de un recipiente de cerámica conectado a un depósito de agua, que arrastraba los deshechos al ser descargado, hacia un tubo de desagüe.
El invento de Harrington debe haber resultado muy útil para Isabel I, pero lo cierto es que la reina negó a Harrington la patente para su invento, por lo que éste nunca pudo convertirse en una opción para las ciudades inglesas.
Imagen: Inodoro de John Harrington.
El gran invento que revolucionó la higiene en las ciudades, fue el inodoro, creado por el relojero londinenses en 1775. Al igual que el retrete de Harrington se trataba de un recipiente de cerámica conectado a un desagüe, en el que se vertía agua para eliminar los deshechos. La diferencia es que la tubería de salida tenía forma de sifón, lo que permitía mantener agua limpia en el retrete, evitando con ello los malos olores.
Imagen: Inodoro de Cummings.
El inodoro de Cummings sería mejorado por un ebanista inglés, de nombre Joseph Bramah, quién le agregó dos válvulas que servían para evitar las filtraciones. Por supuesto, las mejoras continuaron con los inventores Albert Giblin, Thomas Twyford, y Thomas Craper, éste último inventó el flotante, es decir el corcho que sirve para cerrar automáticamente el flujo de agua en la cisterna.
Imagen: Inodoro antiguo con acabados de madera.
No obstante haberse inventado y popularizado el inodoro en el siglo XIX, lo cierto es que en los pueblos y ciudades mexicanas la incorporación de este invento ha sido particularmente lenta. Lo más común en pueblos y rancherías es el usos de la letrina, es decir, de una asiento con orificio en el que las personas se colocan para defecar.
El excremento va a dar a un túnel vertical perforado exprofeso y se suele arrojar cal en éste para evitar el mal olor.
Imagen: La letrina en México.
En China, los inodoros tienen una peculiaridad que los distingue de los de Occidente. Consisten solamente de un recipiente de cerámica o metal instalado en el piso, lo que implica que para defecar es necesario estar en cuclillas.
Otra peculiaridad es que los baños públicos no suelen tener muros o canceles divisorios entre cada retrete.
Imagen: Inodoros públicos en China.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la vida en las grandes concentraciones urbanas es posible gracias a la invención y fabricación masiva del inodoro. La sociedad de masas de hoy en día se asocia definitivamente con este sencillo y a la vez maravilloso instrumento de la higiene.
No obstante, la adopción del inodoro implicó la adopción del sistema de tuberías de desagüe que vierten la mayoría de las aguas residuales en los lechos acuáticas, ya sea lagos, ríos o mares.
Imagen: Inauguración del sistema de desagüe de la ciudad de México durante el régimen de Porfirio Díaz.
En lo particular, la contaminación marítima ha llegado hoy en día a niveles que atentan contra la supervivencia de la fauna y la flora marinas y, claro está, atenta también contra la salud de los seres humanos que dependemos del mar para nuestra alimentación.
En este sentido, la humanidad tiene frente a sí el gran reto de detener el deterioro de nuestro lecho marítimo. Una de las tareas que hay que realizar para lograr este objetivo, es conseguir que las aguas residuales de todo el planeta reciban el tratamiento requerido para evitar que continúen dañando al medio ambiente.
Imagen: Evidencias de contaminación del lecho marino.
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